Me gustaría contaros anécdotas y leyendas sobre los más grandes del Ajedrez mundial. ¿Por qué? Pues por varios motivos: el primero es que los Campeones mundiales y los que siempre han estado a punto de serlo suelen ser gente muy curiosa (por ser amable con ellos) a las que les sucedían hechos increíbles. El segundo es que conviene bajarlos del pedestal donde están subidos: son seres humanos, como tú y como yo, y aunque sean expertos en este juego, en otros aspectos de la vida no son mejores que los demás.
Y, ya que tenemos que empezar por alguien, creo que estará bien hablar de
Wilhelm Steinitz (1836-1900). Steinitz era un joven checo (nacido en Praga) cuyo padre era un comerciante de ascendencia judía muy aficionado al ajedrez. Dicen que el padre era incapaz de vencer al rabino de su sinagoga y que Steinitz, de muy jovencito, consiguió ganarle en su primer encuentro y así el padre descubrió que el muchacho podía tener futuro con esta actividad. Con los años, fue considerado el
primer Campeón del Mundo Oficial de Ajedrez. Técnicamente, se dio a sí mismo el título, igual que Napoleón le quitó la Corona de Emperador al Papa y se la puso sobre su cabeza. Simplemente, se proclamó Campeón del Mundo y el que quiera negarlo, que lo rete. Así fue como empezó una larga lista de Campeones por los que iremos pasando.
Pero nadie llega a ser Campeón Mundial sin esfuerzo y, antes de serlo, Steinitz era el gran rival de otros grandes maestros, como Morphy, Anderssen o Zutertort, con quien tenía una enemistad que ya pasaba más allá del tablero de juego. Precisamente porque Steinitz no conseguía vencer a estos dos en los torneos y siempre quedaba segundo, decidió cambiar su estilo de juego. En el siglo XIX, al ajedrez se jugaba de manera más directa: las blancas salían a la caza desesperada del rey negro y las negras procuraban esperar a que las blancas tuvieran un error, o perdiesen un tiempo, para tomar la iniciativa y hacer lo mismo. Steinitz, sin embargo, asentó las bases del ajedrez posicional moderno: por primera vez alguien se planteó lo que es una estructura de peones, una defensa sólida, preparar movimientos con mucha antelación, asegurar el centro del tablero, etcétera. En unos años, Steinitz revolucionó el mundo del ajedrez, venció a todos cuantos se le pusieron por delante (Zutertort el primero en 1886, luego Chigorin y, por fin, en 1894, cuando ya estaba enfermo y muy anciano, perdió frente a Emmanuel Lasker.
Como muchos otros grandes hombres, en su vejez Steinitz terminó realmente mal. Aquejado de una terrible demencia, creía que podía mover las piezas del tablero con el poder de su mente y llegó a asegurar que jugaba con Dios por las noches y que le daba un peón de ventaja. Se arruinó totalmente y terminó muriendo en un hospital psiquiátrico de Nueva York.
Cuenta la leyenda que en una ocasión, Steinitz estaba jugando en una cafetería neoyorquina apostando dinero, pues era muy muy pobre. Un hombre adinerado venía todas las tardes, apostaba con él y siempre perdía. Uno de los asiduos de la cafetería le recomendó a Steinitz que de vez en cuando se dejase ganar, porque de otro modo, su rival lo daría por imposible y al final dejaría de venir. Steinitz, que estaba muy necesitado de ese dinero, le hizo caso y se dejó ganar una partida. Entonces el hombre, muy contento, dijo "¡Por fin he ganado al gran Steinitz!", se despidió de él y no volvió nunca más.
Lo de la pobreza de los Campeones de Ajedrez en el pasado era absolutamente cierta. El segundo Campeón del Mundo, Emmanuel Lasker, era tan pobre que su hermano y él no tenían más que unos pantalones para los dos, de modo que cuando uno salía de casa, el otro tenía que quedarse dentro si no quería salir en calzoncillos a la calle. Pero de Emmanuel Lasker ya hablaremos en otro momento.
Espero que os haya gustado. Continuaremos con las vidas de todos los Grandes del Ajedrez, un modo de rendir homenaje a estos singulares seres humanos.